Era Jueves 25 de mayo y por fin iba a comer el típico locro patrio, mi novio había cocinado para el trabajo y me llevo una porción. El día estaba nublado y lloviznaba, el mejor contexto para comer tranquila un plato caliente, aunque no comía tranquila desde la adopción de Cheddar y Negroni.
Adopté a los mellizos al poco tiempo de la muerte de Stuart, otro compañero felino al que amé un montón. Stampy mi gato más grande la pasó muy mal tras la pérdida y cuando llegaron esos pequeños salvajes volvió la vida y el caos.
Así que ahí estaba yo, feliz terminando mi comida caliente y sospechosamente tranquila; con Stampy desde lejos expectante por si ligaba un bocado y Negroni resignado al ver que no había más. Entonces escuche un chirrido parecido al de una rata y salí corriendo al balcón seguida por los 2 gatos.
Pensaba que Cheddar había atrapado una rata y no quería que la metiera dentro de casa por eso me apuré; Pero cuando miré a la derecha estaba mi gato con un murciélago en la boca.
El bicho tenía las alas abiertas, era chiquito y su cara me causaba entre ternura y pánico. Días antes escuché en las noticias acerca de un caso de Rabia en Bs As, había pasado poco desde la pérdida de Stuart, estaba llena de ansiedad y miedos pero aún al borde de un ataque de pánico actúe rápido. Con las palpitaciones a mil saque a Stampy y Negroni de la escena metiéndolos a la casa y me quede con Cheddar y su presa.
Yo sabía que hacer, bastó la noticia del caso aislado para que buscase información "por las dudas" y la vinculara con datos y recuerdos difusos sobre la rabia, las perreras, las campañas en mi provincia y una maraña de notas y antecedentes con poca información real. En fin, tras intentar sin suerte que Cheddar suelte el murciélago ofreciéndole comida y juguetes, le di un escobazo en la cabeza y lo largó; el bicho se arrastró por el suelo y le puse encima una caja plástica que tenía en el balcón.
Yo estaba agitada, me faltaba el aire, mi gato me miraba confundido y con las orejas abajo mientras le gritaba
-¿¡Qué hiciste!?
como si lo hubiese encontrado en la escena de algún crimen con un arma en la mano. En esos segundos mi cerebro estaba atrapado en estado de shock y cualquier intento de razonamiento caía en la inevitable asociación de las palabras murciélago, aislamiento y muerte. Si, una escena de crimen. Y es que no podía perderlo, no podía haberlo hecho todo mal otra vez, no podía perderlo a él también, todavía no había superado la muerte de Stuart y no importaba si una situación no era parecida a la otra. Lo único que importaba era que otra vez tenía miedo, dolor e impotencia y la misma incertidumbre que sentí el día que deje internado a mi gatito.
Con todos esos escenarios en mente aisle a Cheddar en mi cuarto lejos de los otros dos. Tenía que llamar a zoonosis pero me temblaban las manos y no podía articular una palabra bien asi que llame primero a mi novio, no se bien que esperaba de esa llamada él estaba trabajando así que no podía hacer nada, aunque también pensaba en que yo había arruinado todo y que otra vez nos estaba por pasar y tenía que saberlo.
Al principio mi compañero trató de transmitirme calma y alguna sugerencia que no me conformó pero igual acaté. Le escribí al veterinario, recomendó insistir con zoonosis y también me pidió calma aunque no me explicó detalles ni me dió información más de la que ya tenía y la verdad no me tranquilizó.
Cuando al fin llegaron a retirar el murciélago habían pasado 4 horas, al teléfono que figuraba en el sitio oficial no contestaba nadie, y recién pude comunicarme cuando encontré un número compartido en un grupo de facebook. El hombre que enviaron era serio, tenía un mameluco blanco, y guantes gruesos, antes de irse me dijo que si mis gatos estaban vacunados no tenía que preocuparme y que sino
-ya fué
que lo lleve el lunes, lo mantuviera aislado, y en caso de convivir con niños o adultos mayores debía dejarlo en observación con ellos, evitando además el contacto directo por mi seguridad. No me importaba mi seguridad, me importaba la seguridad de mis gatos y nadie en todo ese finde me habló de eso.
Había perdido a Stuart por no saber que hacer, no insistir, no buscar segunda opinión y sobre todo porque la depresión que transité ese año me había dejado tan abstraída que no pude pensar con claridad. Y pensé que esta vez sí estaba preparada, había hecho cursos de primeros auxilios, trabajado con animales, leido articulos, visto videos, puesto redes en todas las aberturas, el mejor alimento, rutinas al pie de la letra, vacunas de leucemia, triple felina, pulgas y desparasitaciones. Pero faltó la maldita antirrábica y el hombre que vino no hizo más que confirmar mis miedos.
Llamé al otro día y aún no estaban los resultados, el operador telefónico me dijo lo mismo que el tipo quien retiró la muestra. Me enfoqué en leer información sobre murciélagos y casos de rabia que encontré en internet, y por momentos me tranquilizaba lo que leía pero otros me preocupaba más. Mi novio había entrado en la misma sintonía culpandome porque seguramente lo irían a sacrificar por haber llamado por un murciélago que seguro no tenía nada.
Volví a comunicarme un sábado, sin resultados aún, ese empleado aseguró que no había que preocuparse ya que la mayoría de casos resultaban negativos pero igual debía ir con Cheddar y hablar con el veterinario. Al otro día me la pase jugando con el gato, haciéndole compañía en el aislamiento y debatiendo con mi compañero si llevarlo o no ese Lunes por nuevamente, el miedo a perderlo.
El Lunes temprano llamé otra vez, todavía no estaban los resultados, me pidieron llevarlo para observación. La operadora de esa vez me pidió tranquilidad y explicó que solamente un 5% de las muestras que llegan dan positivo en rabia, para que un animal se contagie habría tenido que estar expuesto durante mucho tiempo en contacto con gran cantidad de sangre o mucosas. Por otro lado, para que suceda el contagio el virus tendría que haber -cruzado la barrera de las especies- y esto tampoco pasaba siempre.
Con la esperanza devuelta y más certezas llevamos a Cheddar, lo revisaron, le pusieron antirrábica, el veterinario reforzó la info que nos había dado la operadora esa mañana. Apenas salimos de ahí me llamaron y confirmaron que el murciélago había dado negativo en rabia.
Después de todo, entendí que Cheddar no era Stuart; que yo no era la misma; que nosotros no éramos los mismos y que esta vez a pesar de todo, había sabido qué hacer. Y aunque Stuart no era solo un gato sino el principio de mi pequeña familia, el dolor desgarrador del duelo tenía que empezar a transformarse en aceptación. De nada sirvieron los miedos que me impidieron disfrutar de los nuevos integrantes hasta después del gran caos. Además canalizar los miedos en búsquedas obsesivas de información en internet no me ayudó en nada, lo que ayudó fue insistir y el dato verdaderamente relevante fué saber a quién preguntar. Al final, no tener el control no significa descontrolarse.
Info sobre la rabia
Vacunas antirrábicas: Se deben aplicar a partir de los 3 meses de vida y anualmente
Si aparece un murciélago en tu casa es es importante atraparlo con una caja o balde, no tocarlo con las manos y llamar a zoonosis para la extracción o llevarlo al instituto zoonótico más cercano.
En Argentina el porcentaje de murciélagos con rabia es menor al 5% .
Para que se de el contagio tienen que darse varios factores, el murciélago tiene que tener rabia, tienen que haber tenido contacto las mucosas y depende de la cantidad del virus que ingresó si es que se logra la transferencia de especie.
¿Que pasa si mi mascota tuvo contacto con un murciélago?:
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